Es sabido que el ser humano se diferencia del resto de las especies por su capacidad de razonamiento, y esta comprensión implica que se encuentra constantemente en la búsqueda de conocimientos para nutrir su estructura cognitiva. En este sendero van apareciendo otros aspectos, como los valóricos, sociales, culturales y políticos del medio en que se encuentra inserto. Y toda esta lluvia de información externa se entrelaza con la información interna, con su búsqueda personal del camino a la trascendencia como ser racional, emocional y espiritual.
La psicología humanista habla de “la búsqueda de sentido”, lo que supone un proceso de búsqueda que tiene una finalidad. A sí lo titula Viktor Frankl en su libro “La búsqueda de sentido”, donde un prisionero de los campos de exterminio nazi, encontró la manera de vivir su reclusión lidiando con el miedo a la muerte y sobre esta, promover la búsqueda de la felicidad. En el ámbito de la educación, este recorrido conlleva un objetivo que avanza paralelamente de manera interna y externa, y es definido por los expertos en educación como un proceso biopsicosociocultural permanente, que no basta con adquirirlo mediante la pura cognición, sino que este conocimiento, además, se debe asimilar a través de las vivencias e interrelación con el medio socio-emocional-económico-cultural del cual se proviene. Todo esto para comprender y movilizarse en el mundo.
¿Cuál es el propósito de la educación?
Por un lado, los griegos nutrieron su mente de conocimientos para adquirir sabiduría y de esta manera regular su vida, y, por otro, la definición del latín de dos conceptos, educere, cuyo significado se puede interpretar como una orientación o guía de adentro hacia afuera; y el concepto de educare, nutrir de afuera hacia adentro, nos aclaran este propósito. Según Manganiello (1984), “la educación es el proceso interior de formación del hombre, realizado por la acción consciente y creadora del sujeto que se educa y bajo la influencia exterior o el estímulo del medio sociocultural con el que se relaciona”. La decisión de comenzar un nuevo proceso cognitivo se relaciona con una finalidad individual que busca voluntariamente alcanzar un objetivo funcional dentro de la sociedad, según John Dewey, para asegurar la propia existencia, permanencia y evolución.